En el siglo XVII, en las calles de una pequeña ciudad colonial
nicaragüense gobernada por autoridades españolas y
habitada por indígenas y mestizos, comenzó a interpretarse
una comedia bailete de gran valor cultural que expresaba un
rechazo a la dominación hispana de manera burlesca,
ingeniosa y creativa. Con el tiempo la obra pasó a ser un
símbolo de identidad para el pueblo de Nicaragua por su
carácter de protesta, y tres siglos después de su origen llegó
a ser declarada “Patrimonio Vivo, Oral e Intangible de la
Humanidad” por la UNESCO.
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